La reproducción en los mundos  superiores

23 – 7 – 1911  – 65

Jesús guíe vuestros pasos, hermanos.

El atraso en que se halla el planeta en que habitáis, es debido a que en todos los tiempos han abusado las gentes de las leyes divinas; pero ha empeorado tanto desde la genera­ción adámica, que Dios ha dicho: «¡Basta ya! Cansado estoy de sufrir la ingratitud de los hombres. No ha de detenerse mi mano, ni por los ruegos de los pocos fieles, ni por la intercesión de los elevados espíritus que sin cesar piden clemencia. Tiempo a que se les advierte; y si desprecian los nuevos avisos, caerán entre las ruinas para que sean regenerados con ellas». Ya veis la manera de vivir en ese planeta: casi todos estáis en él para expiar faltas pasadas. Los hombres que buscan la felicidad y no la encuentran, es porque están poseídos de todos los vicios, se desesperan y en nada confían. Si fuesen creyentes, buscarían el camino para encontrar a Jesús, y en el cumplimiento de lo que El estableció, encontrarían la deseada felicidad. Las doctrinas evangélicas tienen a la vez la virtualidad compensadora y confor­tadora: en las adversidades de la vida, inspiran valor y resigna­ción; cuando se ha cumplido con el deber, dan el goce íntimo que enajena. El creyente no puede nunca desesperarse: sabe por qué goza o por qué pena, de dónde viene y a dónde va. La verdadera felicidad se la proporciona el cumplimiento de su misión.

Estad preparados, hermanos míos, porque va a expirar el pla­zo anunciado por muchos espíritus. Vendrá, por ley natural, un ¿Cambiará este régimen, y sobrepujará la fe en las cosas del Padre, enseñadas por Jesús el Maestro y continuadas por sus dis­cípulos, a las cosas de los hombres, instituidas para fines exclusi­vamente mundanos? Sí, cambiará por completo todo. Ya veréis en los que han de ser regeneradores otro proceder, y los que irán su­cediendo a éstos resultarán cada vez más perfeccionados. Los que queden para instruir a la niñez en las practicas evangélicas, desaparecerán, porque su envoltura sería demasiado densa, una vez cumplida esta misión A medida que la población sea más perfec­ta, atraerán a espíritus más perfectos todavía, operándose la fe­cundación como en los planetas superiores.

Os habló la Hermana de la Caridad, el domingo pasado, del modo como se regirán en ese planeta después de la transforma­ción; y yo vengo a deciros como será la fecundación del mismo.

¡Oh, hermosa y espiritual fecundación la de los mundos supe­riores! El hombre y la mujer en esos planetas están poseídos de inagotable fe y son regidos por leyes divinas; y se juntan con el más puro amor, sin pensar en los instintos carnales, y elevan el pensamiento al Padre, pidiéndole que les envíe un espíritu que les sirva de compañía.

Con ese sublime pensamiento proyectan una magnética influencia, y viene a ellos el espíritu deseado envuelto en una nube- cilla blanca, que es su propia luz. Sin darse cuenta queda hecha la emancipación de aquel ser, para culminar los felices deseos de los que lo han atraído. Al despertar de su éxtasis dan gracias a Dios por haberles enviado por compañero un ser tan elevado.

¿Experimentáis vosotros está feliz sensación? No, porque sois materiales y desconocéis por entero o casi por entero los goces espirituales. Ellos viven felices; desconocen los egoísmos; el pa­dre ama a los hijos con amor entrañable y ¡os hijos le correspon­den con igual afecto; reina, sin nubes, la más cabal armonía. ¡Ay, hermanos! el adelanto de aquellos seres, así en inteligencia como en sentimiento, es de un grado muy superior al vuestro. El fluido que de ellos se desprende se junta con el de Jesús y van unidos a los pies del Padre. Él les purifica y priva de males físicos, azote sólo conocido en mundos atrasados.

¡Benditos, ¡oh, Dios mío!, ¡todos vuestros secretos, puesto que provienen de Vos! ¡Todo lo que de Vos provenga es buen gran renovación, porque las transiciones son necesarias en todos los planetas! Todo se destruye y se reconstruye y evoluciona pa­ra el progreso, que ha de ser material para los cuerpos y moral pa­ra los espíritus. Las obras de Dios siempre son perfectas. Los se­res que después de la destrucción vivan en planetas más elevados, se creerán estar en el cielo y darán gracias a Dios por gozar de la bienaventuranza.

¡Pobre humanidad! ¿Cómo puedes hallar la dicha que apete­ces, si en todos tus hogares sólo reina el egoísmo? ¿Cómo, hom­bre, has de encontrar una compañera fiel, si todo tu afán es enga­ñarla antes de hacerla tu esposa, cuando de otro modo no, ocul­tándole tus defectos? ¿Cómo, mujer, has de ser considerada de tu marido, si empiezas por no considerarte tu misma, y te vendes co­mo el alfiler que prendes de tu pecho, como el bibelot, que con tus dedos estrujas? ¿Como, padres, queréis ser amados y respetados de vuestros hijos, si les tenéis como carga pesada, o como mue­ble de lujo, o como objeto de explotación, y no como lo que real­mente son: carne de vuestra carne, espíritu de vuestro espíritu? ¡Ah! ¡Qué inmensa tarea os queda por hacer para la existencia fu­tura! Arrastrados por los vicios, nada respetáis: la virginal pure­za, la casta honestidad, el honor de un nombre, todo os es indife­rente cuando se trata de embriagaros en una orgía.

¡Desdichados! ¿Queréis vivir felices en la tierra? Trabajad con fe, formad lazos de familia puramente espirituales y pensad que la compañera que habéis elegido, es la que en el espacio se comprometió a compartir el lecho con vosotros y a vivir en paz y armonía. Pensad en lo que dice nuestro Maestro, es a saber: que desde que efectuáis el enlace, ya no sois dos, sino uno en dos cuerpos.

No nos extraña a los espíritus las continuas desuniones que tenéis Son debidas a la falta de fe en Dios y al poco respeto mu­tuo. Si este respeto fuera el debido y sincero, y si amaseis de ver­dad a vuestra esposa, no tendríais necesidad de las ridículas cere­monias que consagran vuestra unión. Antiguamente bastaba para el enlace, que ambos contrayentes se profesaran amor verdadero, Habiendo esta base, se juntaban los padres de los novios, bende­cían la unión y quedaba formado el nuevo lazo de familia. La bue­na fe, el respeto y el amor mutuos hacían innecesario todo otro contrato.

por naturaleza y por finalidad! ¡Venga, pues, cuando queráis, esa anunciada destrucción, para que, edificado de nuevo lo que por ella quede en ruinas, sea el progreso más grande y más pronto! No penséis, hermanos, que la muerte destruya, al contrario: ella es la vida del espíritu, igual que la destrucción del planeta es la marcha progresiva de cuanto hay en él.

¡Ánimos, hermanos míos! Con todos mis esfuerzos pido a Dios que seáis buenos, que tengáis fe, que olvidéis las vanidades del mundo, que estéis dispuestos para que el día anunciado no os encuentre desprevenidos.

Abrazaos a la redentora cruz de mi adorado Hijo, que ella se­rá la tabla salvadora que os libre, en los críticos momentos, del sufragio de la vida. Pedid con fe y resignación que os acompañe en todos los momentos y que os detenga en vuestros pasos cuan­do os vayáis a precipitar en los vicios.

Acordaos de dar gracias al Padre y a los buenos espíritus que os han anunciado lo venidero y os dan consejos saludables para el cuerpo y para el espíritu. Esto es lo que hace y quiere vuestra Hermana y Madre,

María.