El espíritu de la Escritura

17 – 7 – 910  – 10.

Nuestro Padre espiritual, guíe e ilumine vuestros espíritus!

Anuncian las Sagradas Escrituras la segunda venida de Jesús, diciendo que «vendrá el Hijo del hombre sentado en su trono con grande majestad y rodeado de ángeles, o sea de espíritus perfectos y elevados.» (Lucas, XXI, Sabéis que tengo dicho que no vengo a abrogar la Ley, sino a cumplirla. (Mateo, V.  17.)

En esta segunda venida diré lo mismo: No vengo a destruir la Ley ni nada de lo que Dios ha creado, sino a  modificarlo y esclarecerlo, porque la Ley de Dios siempre es la misma.

Vengo,  diré,  a  esclarecer lo que  es de Dios,  y a   separarlo de lo que los hombres han atribuído a Dios  consagrándolo  corno dogma, faltando abiertamente  a  mi doctrina,  claramente expuesta en el Evangelio.

Con el mal proceder, hemos llegado a un estado semejante al de aquella época en que vine a la Tierra, cuando los cristianos se llamaban «judíos espirituales» como hoy se llaman «cristianos  espirituales»; y como los sabios de ahora son los mismos de entonces, también han infringido la ley de Dios y han ocultado lo que era necesario descubrir para que los hombres, aleccionados en mi doctrina, alcanzaran su desarrollo moral. Por eso, y para que se cumpla la Ley, es necesaria mi segunda venida.

Ya sabéis que ésta está anunciada; y parece natural que si los hombres no se portasen tan mal y cumplieran  lo que les enseñé, yo no volviera, por no haber necesidad de mi vuelta, pero el Padre sabía el porvenir de los hombres y por ello anunció mi segunda venida para el perfeccionamiento de los seres y la transformación del planeta.

Ahora diré como en aquel entonces: «No vengo a poner la paz entre vosotros, sino !la guerra y la discordia». (Mateo,  X, 34). Y algunos dirán:. «¿Cómo es que Jesús viene a poner la guerra y la discordia entre nosotros, siendo un Ser tan bueno y tan misericordioso? ¿Cómo  es posible  eso?»

Si los que de ese modo raciocinan pudieran oírme, les diría: «i Duros de corazón, empedernidos de espíritu,  hombres sin fe y sin confianza en Dios, si no podéis comprender lo que es vuestro, ese torbellino de pensamientos que se cruzan y entretejen en todas direcciones, emitidos por vuestras mentes, sin que haya uno bueno, y chocando y repeliéndose entre sí, porque solo tienen por fondo el egoísmo, y no el amor ni  la esperanza en  nada, ¿Cómo queréis comprender lo que es mío, si es lenguaje espiritual el que os hablo? Entre vosotros no podéis entenderos, porque sois tan materiales, tan avaros, tan egoístas en todo; y, claro está; el egoísmo y la avaricia  de uno, ha de chocar y estar en pugna con el egoísmo y la avaricia de otro, y un pueblo con otro pueblo, y una nación con otra nación, siendo de todo punto imposible la verdadera paz y armonía. Ni aun en lo familia cabe ese remedio de la vida paradisíaca de las esferas, porque si en ella hay un individuo que piensa y obra con arreglo a mi ley, parece que tiene que ser devorado por los demás. ¡Y cuan sensible me es todo esto! no por mí, sino  por vosotros! Porque mientras no cambiéis de conducta, llorareis mucho y no lograreis comprenderme.

¡Hermanos míos extraviados; unid vuestros pensamientos en mi nombre, como, por ejemplo, los que están aquí reunidos; tened, como ellos, fe viva, esperanza en Dios, amor para todos los hermanos; reconcentrados en el sublime pensar de  las cosas espirituales; llevad a vuestras familias y a la sociedad la paz y  armonía de que se vaya henchiendo vuestro corazón, y así llegaréis a comprenderme y sentirme!

Si tuvierais fuerza de voluntad bastante para dirigir una mirada a lo que pasa en el mundo, veríais y reconoceríais  que todos los males físicos, todos los sufrimientos morales y todas las discordias que ocurren en vuestras casas, proceden de vosotros  mismos y os haríais culpables por haberos faltado la fe en mi y el amor al prójimo. Al ver que no habíais de culpar a nadie de vuestro daño, porque vosotros solos erais la causa de el, os erigiríais en jueces de vosotros mismos y os dictaríais sentencia.

¡Ay de vosotros el día de mi llegada, si no habéis querido escuchar a los que mis doctrinas profesan! y a los que voy enviando para que despertéis! Entonces estaré en el trono mayestático rodeado de muchos espíritus, no para  prodigar misericordia, sino para hacer justicia. Y cuando por los fueros de ésta, tengáis que ser arrebatados de la faz de la Tierra con vuestras  concupiscencias y extravíos, diréis que Jesús ha venido a destruir a la humanidad, cuando a  lo que habrá venido será a darle a cada cual lo  suyo, tal como el progreso y la justicia lo reclamen.

Sí, hermanos; vendré a separar el trigo de la cizaña (Mateo, XIII,  20,) y puestos los buenos donde moran los buenos, su progreso será grande; y puestos los malos donde moran los malos, irán, con ellos, trabajando en su perfeccionamiento. De esta manera todos viviréis felices. Los que quedaréis en el planeta después de su transformación, cumpliréis mis mandamientos y será muy grande la satisfacción de que disfrutaréis. No conociendo el orgullo, ni el egoísmo, ni la sed abrasadora de riquezas, descartareis de vuestro vivir las enfermedades físicas y los sufrimientos morales, que no reconocen otra causa que el incumplimiento de mi ley; os amareis con verdadero amor, constituyendo todos lo que de hecho sois, una sola familia; y estableciendo relaciones espirituales con otros mundos felices, hablaréis con sus moradores y alternaréis con ellos como hoy alternáis con vuestros convecinos o con los habitantes de la ciudad inmediata. El secreto que proporciona lo mismo el goce que el sufrimiento, está en el Evangelio: todo se reduce a cumplir o no cumplir con arreglo a el.

Ya sé que algunos arguyen: «¿Como es que Dios, siendo omnipotente nos deja tan mal gobernados? ¿Porqué,   siendo tan bueno, nos hace sufrir tan dolorosas consecuencias?» ¡incrédulos! Ya encontraréis la respuesta. Es innegable verdad que Dios todo lo puede; pero Dios os ha dotado de albedrío y vosotros ha beis venido a este mundo a pagar deudas pasadas. Dotados de facultades; siendo perfectibles, pero no perfectos; y estando en vuestra  mano el acelerar o retrasar ese perfeccionamiento, que ha de ser el mérito que os dé derecho al goce proporcional a él, el poder de Dios, la bondad infinita de Dios, estriba y se manifiesta precisamente en dejar que obren los espíritus a su guisa, pecando y mereciendo en una serie ilimitada de existencias en mundos adecuados, y purgando la culpa y obteniendo el premio allí mismo y por el mismo procedimiento que el que emplearan para lo contrario. Si Dios os hubiera hecho perfectos, ¿con qué derecho gozaríais de los bienes a la perfección inherentes? Y si os hubiera hecho imperfectos y sin medios para perfeccionaros, ¿hubiera sido justo condenándoos a sufrimientos eternos? Dios es todopoderoso, Dios es bueno, Dios es justo a lo infinito; y porque es justo, ni puede tener a su lado espíritus imperfectos, ni puede dejar de atraer a sí a los que se perfeccionen, a medida que  se perfeccionen;  y porqué  es  bueno, ni nos condena ni nos salva con su suprema  bondad, sino que nos ampara y nos ofrece tanto  bien  como sepamos conquistarnos; y porque es omnipotente, nos ha dotado de poderes para escalar  los cielos o para sumirnos en los abismos, avalorándolos con la libertad absoluta en el uso y con todos los medios imaginables para poder utilizarlos.

Sí, hermanos; Dios ha dado el libre albedrío a todos los Espíritus del Universo, y ha puesto Maestros en todas partes para que enseñen el camino de la virtud, que es el que conduce al progreso, al bienestar, a la felicidad. Si vosotros, haciendo mal uso del libre albedrío, os acarreáis desgracias y sufrimientos, ¿a quién culpar, sino a vosotros mismos? Estudiad vuestro proceder, y cuando le conozcáis, veréis que es él, y no otro nadie, el causante de vuestro daño. Si queréis ser buenos, y felices, tenéis todos los medios para serlo, porque el mejor camino es el conocimiento y dominio de sí mismo acoplado a la práctica de mis doctrinas; pero vosotros, siempre orgullosos, habéis abusado tanto de la  libertad, que habéis ultrajado cuanto os dejé, sin reparar en que con ello ibais a vuestro retroceso.

¡Desgraciados de vosotros! ¡Cuánto tendréis que llorar! Se acercan los tiempos y están para cerrarse las puertas; está expirando el plazo para el último llamamiento, y si continuáis con el mismo funesto proceder, ya no llegaréis a tiempo.

Mirad, hermanos, que ha sonado ya la quinta trompeta, que está próxima a sonar la sexta, y que cuando ésta suene, se cerrarán las puertas y habréis de quedaros en la parte de afuera.

Vosotros, hermanos míos, adelante sin desmayos; porque habiendo comprendido mis sublimes doctrinas, habéis empezado a tiempo, y vais derechos al triunfo. Pero continuamente he de avivaros para que no sucumbáis en la lucha. Haced acopio de fe, y seréis fuertes y valerosos, y conseguiréis vencerlo todo; no os espanten las befas y anatemas que por las calles puedan lanzaros, porque tales mugidos no os harán daño ante mí, y solo tienen fuerza para asustar y arredrar a los pusilánimes e ignorantes.

Ya sabéis que tengo dicho que «vendrán falsos Cristos y falsos profetas, para engañar, si les es posible, hasta a mis escogidos». (Mateo XXIV, 24). Pero no, esto no sucederá con vosotros, hermanos, porque tenéis bien arraigadas mis  enseñanzas, y habiendo dado este gran paso, debéis estar lo necesariamente preparados para que ni toda la inteligencia de los que se llaman sabios, ni los falsos apóstoles que se dicen representantes de Dios. ni ninguna otra consideración o fuerza, pueda venceros. En nombre de Dios procuran estos falsarios destruir a todos los míos. Ignoran que Dios no está con quienes más le invocan, sino con quienes mejor cumplen su Ley.

Cuantos de ellos, el día en que dé al viento su sonido la sexta trompeta, dirán: «¡Señor, Señor! ¡Nosotros también somos de los tuyos, también seguimos a Jesús y sacamos demonios en tu nombre» (Mateo, Vil,  21 ); pero cruel será para ellos mi respuesta, porque les diré: «¡Mentirosos! Apartaos  de mi presencia;  no os conozco. ¡Raza de víboras! Cuando yo os llamaba no me respondíais y os complacíais en hacer todo el mal posible. Por vosotros he sido escarnecido, me habéis ultrajado; habéis obstruido el paso a muchas ovejas de las que hubieran entrado en mi rebaño; habéis amargado con hieles a muchas almas a las que yo hubiera alimentado con mieles. ¡Y queréis que os reconozca! No, vosotros habéis trabajado no más para vuestro bien; ya tenéis en vuestro trabajo el merecido galardón».

Esto, hermanos, es lo que sucederá en tiempos venideros. Vuestro Maestro lo deplora, y con lágrimas de ternura,  os dice: Ya que habéis tenido la suerte de ser de los escogidos para mi rebaño, seguidme con todas vuestras fuerzas, con toda fe, con toda esperanza, que después de la labor, vuestro  Padre celestial, junto con vuestro hermano y Maestro, os darán la recompensa merecida.

JESÚS.