A las madres

15, Mayo de 1910 = 1  =

Dios ilumina vuestros pensamientos, hermanos. Preparaos, que viene el trono celestial a visitaros. ¡Ya veis cuantas dichas para vosotros! ¿No veis esta, estrella reluciente? ¿No? ¡Qué lástima! Si la veríais que de las esferas más altas del empíreo, viene ese trono a daros instrucciones sobre el problema de la inocencia. Ya lo tenéis aquí; viene con él la más sublime de las madres.

Hijos míos de mi alma. ¡Cuánto aprecio la amabilidad que hallo entre vosotros! Ha sido anunciada mi venida por aquel que vela sobre vosotros en este aposento, en apariencia miserable; pero de hecho, más grande que todas las  sinagogas. No son los grandes templos los que Dios quiere; prefiere las tristes cabañas, por regla general suelen estar exentas de vanidad é hipocresía.

Vengo con vuestro hermano mayor a presentaros el capullo de la inocencia, ultrajada por la soberbia del mundo y por el mal proceder de los hombres. ¡Ay,  hijos míos! El capullo que os presento son vuestros hijos, son los retoños de vuestra alma que mimados con exceso en la infancia, cuando llegan a mayores, se ven ajados cuando no marchitos por completo.

Madres locas que inconscientemente conducís a vuestros hijos a lugares de perdición donde respiran por todos los poros perniciosas influencias; deteneos; reflexionad un poco; cuidad el capullo de inocencia que os ha sido confiado, y no queráis que se marchite en vuestras manos.

Locas madres, que en estos tiempos en que tanto abunda la baba de la concupiscencia os entregáis a la malicia;  debéis velar mucho por vuestros hijos, para que su fragante capullo no sea deshojado: Tened en cuenta que sois sus ángeles tutelares, y si ellos caen, de vosotros será la culpa, y Dios os hará responsables.

¿Cuánta candidez la que desplegáis en vuestra misión! Con el gozo que experimentáis de tenerlos en vuestros brazos, y con llenarles de caricias, besos y abrazos, pensáis que lo tenéis todo hecho; y habéis de saber que si necesario le es al niño el cariño, tanto o mas necesario le es el celo para encaminarles por sendas de prudencia, de sabiduría y de virtud, para que luego sean lo que deben; hombres justos.

Cuando tenía en mis brazos a mi hijo amado, sentía mortales angustias pensando en la carga que pesaba sobre mi, y considerándome incapaz para cumplirla, y eso que Jesús no lo necesitaba, porque si vino a la tierra, no fue para laborar en provecho propio sino en holocausto de todos los demás, que él, aunque pequeño de cuerpo, era mucho más grande de espíritu que los demás hombres. Amaba a sus padres con gran dulzura, a la que yo, y mi esposo, correspondíamos tan! Cuánto fue nuestro pesar cuando los sabios hipócritas,  no haciéndoles  ningún mal,  tratábanle  cruelmente.  Mi  corazón era traspasado con espada de dolor. ¡Pueblo ingrato! Lo fuiste en aquel entonces, has seguido siéndolo durante diecinueve siglos, y continuarás aún por otros tantos. Si mi hijo volviera otra vez en forma humana sería de nuevo maltratado por los llamados sabios de la ley. Se os dijo que «vendría el espíritu de verdad» y ya ha venido por medio de la práctica del Espiritismo, que declara lo que está para muchos oculto: Vosotros sois de los que tienen la dicha de saber del más allá de este mundo, y mucho más os declararemos si tenéis fé y perseveráis con paciencia, resignación y caridad; llegareis al grado que Dios promete a todos sus hijos.

Oh, madres de la tierra! Os recomiendo que todo el bien que podáis hacer, lo hagáis, con el más grande desinterés. No asistáis a bailes y diversiones mundanas, que solo halagan a la vista y traen funestos resultados  para el  desarrollo  del  espíritu.   Inducid siempre a las buenas enseñanzas, y con la práctica de vuestros actos, si son buenos y no se apartan del sublime amor, conquistaréis los corazones de vuestros hijos y de vuestros hermanos.

Cuánto  dolor me causa ver que en vez de enseñar ese camino, que tanto deseo, los echáis al precipicio! Pero tened cuidado, que no será de los hijos la culpa. Aunque ellos se llevan su parte, vosotras, por no haber cumplido, seréis doblemente responsables.

A vosotros, hijos míos, os pido de parte de Dios, que, ya que la inmensa mayoría no quiere ver las sublimes doctrinas de Jesús, y por falta de estudio no ven las cosas divinas; aunque seáis pocos, extendáis los brazos para que esos corazones que sólo piensan en cosas materiales, tengan un momento de reflexión, y reparando en vuestros actos, se penetren del error en que están y vean claro lo que Dios quiere de ellos.

Si con vuestra benéfica influencia los atraéis al verdadero camino, vosotros también encontrareis nuestros brazos abiertos para tener siempre presente mis consejos, que con vuestras buenas obras os hagáis dignos de inmarcesible felicidad.

MARIA.