Advertencias de Jesús

12  – 11   – 1911 – 80

La paz de Dios sea entre vosotros.

Os saludo, en primer lugar, de parte de los espín­enos os profesan y yo os tengo, por haber merecido ser los ele­gidos entre los del rebaño. tus colaboradores en esta obra que hoy no han podido venir, y os doy un abrazo fraternal por el amor que

Grande debe ser vuestra satisfacción por haber tenido entre vosotros espíritus tan elevados; pero más aún lo será cuando com­prendáis los beneficios que pueden reportar estos pequeños sacri­ficios hechos en aras de la verdad. Esta es una nueva alianza, y a ella han coadyuvado muchos espíritus elevados, atraídos por vues­tra buena fe y designados por el Padre celestial, a fin de que ella sea la portavoz del Evangelio para los que. todavía son refracta­rios a él.

Muchos serán los que extrañarán que esta obra se haya con­fiado a hombres tan sencillos y en tan miserable cabaña; pero los que se extrañen, sean sabios o lerdos, ricos o pobres, no serán grandes conocedores del Evangelio, porque de serlo, sabrían que todas las cosas celestiales de mayor importancia no han sido con­fiadas nunca a los sabios, sino a los humildes, a los llenos de fe y piedad, a los que han procurado desprenderse de la esclavitud de la carne, haciéndose dignos del Padre y acreedores de ser elegi­dos.

También los mismos creyentes dudarán, porque muchos se creen superiores y con más méritos para merecer esta predilección divina. Moderen estos tales el aprecio de su propio valer, que bien pudiera deberse a ello el que hayan sido preteridos. Lo cierto es que esta designación ha sido hecha por el Padre y ha debido cum­plirse. Vosotros no os enorgullezcáis por la preferencia, porque en la Tierra no hay hombres perfectos, y si habéis sido los elegidos, ha sido por vuestra fe, por vuestra convicción y por las ardientes ansias de progreso que sentís.

A todos os advierto, hermanos espiritistas, sabios o ignoran­tes, que no debéis dudar en nada de lo que la presente obra dice: Jesús y los demás espíritus que han prestado su colaboración en ella, se han dignado venir aquí, porque han encontrado hombres de fe capaces de repetir y llevar a cumplimiento sus palabras, sin intromisiones de ninguna especie. Jesús siempre dijo que se de­ben abandonar las riquezas y faustos materiales para estar al lado de los pobres y de los humildes, a fin de que el espíritu se halle libre de trabas egoístas y pueda dirigir la mirada y remontar su vuelo al espacio, impulsado por su progreso espiritual. Donde hay sabios y riquezas materiales, todo es ambición, todo egoísmo, y los hombres quedan cegados por las concupiscencias de la carne.

¡Oh, grande Majestad, cuánta es vuestra luz! ¡Ay, hermanos míos! Si pudierais verla, ¡cuánto sería vuestro gozo! No desma­yéis, que día vendrá en que la veáis. Viene a vosotros Jesús, se­guido de José y María, de todos los Apóstoles, de Moisés, de Mi­guel Vives, de Teresa, de Magdalena y de Amalia; todos radian­tes de hermosura. Todos estos han cooperado a esta obra de mo­ral y de progreso.

Gozaos de tanta distinción, que yo también lo hago, por haber sido la elegida para anunciaros tal visita y por ser la directora de vuestro grupo. Mucho es lo que me esfuerzo porque vosotros seáis fuertes y no desmayéis en vuestra empresa. Os ruego no ol­vidéis los consejos de los elevados espíritus, para que, con su cumplimiento, podáis un día alcanzar el perdón y abrazarnos ante el Padre celestial, y darle gracias por sus beneficios.

Esto os desea vuestra protectora y guía,

Paz y concordia os desean vuestro Maestro. Que os améis los unos a los otros; que no tengáis rencor a nadie, que os ayudéis mutuamente en las necesidades; que vuestro amor y misericordia se extienda a los extraviados que no tan tenido la fortuna de co­nocer mis Evangelios: eso es lo que eficazmente os recomiendo. Rogad por los que sufren, encarnados o desencarnados, para que el Padre conceda gracia a ellos y a vosotros.

También a los Apóstoles hice estas mismas advertencias en los días de mi pasión, cuando había llegado la hora de separarme de ellos en cuerpo carnal; y fué tanta su fe y el interés que pusie­ron en su cumplimiento, que pronto pudieron verme, rodeado de luz, en medio de ellos, confortándoles y ayudándoles en la empre­sa que les quedaba por hacer. A vosotros, apóstoles modernos, que os hagan mis advertencias la misma huella, y que por vuestra perseverancia y ardor evangelizante podáis verme pronto, como es mi deseo.

¡Cuánto sufro, hermanos, al pensar que, a alguno de vosotros, pueden arrastrarle las cosas del mundo! ¡Cuánto sería el pesar de los alevados espíritus que os han dirigido, si un día retrocedieseis en vuestro camino! ¡Ah! Para vosotros sería el peor de los retro­cesos en la vida espiritual. No nos cansamos de advertiros que tengáis fuerza, porque mucha habéis de menester en los em­bates de la vida, para traspasar las montañas que se os ponen por delante y que pretenden privaros de la luz meridiana que el Maes­tro os envía para que veáis donde sentáis el pié y que es lo que por delante os ofrece el terreno. Si podéis vencer los obstáculos de la vida terrestre, daréis un paso tan grande en la senda del pro­greso, que sobrepasa de todo cálculo para vosotros. Os haréis dignos de habitar en planetas tan elevados y desconocidos como el Gloria, el Patria, el Amor, el Progreso, el Cielo y otros y otros, en los que reina una completa felicidad. Estos planetas son dife­rentes de los del sistema solar. Aunque en el sistema solar hay al­guno de elevación relativa, no es comparable su categoría a nin­guno de los que he nombrado.

Los espíritus que habitan en estos planetas depurados, gozan de muchas facultades, no padecen enfermedad ninguna, no tienen que mortificar su cuerpo con el trabajo material, no tienen que. pensar en el comer ni en el vestir, porque no les es necesario…

Allí se vive en materia muy sutil, en espíritu y periespíritu no más y el trabajo único es idear, para luego intuir a los seres de plane­tas inferiores los adelantos que convenga a su perfeccionamiento moral y físico. Cuando el espíritu ha desarrollado ya todo su es­fuerzo en uno de esos mundos, deja aquella envoltura fluídica, que se deshace como el humo, y se eleva de mundo en mundo al infi­nito, escalándolos todos por inteligencia y bondad hasta llegar al Cielo, que es donde mora nuestro Padre celestial y donde colma a todos sus hijos de bienaventuranzas.

Si vuelven a reencarnar estos espíritus, es sólopara cumplir misiones que el Padre les confía, al objeto de esparcir en los pla­netas atrasados el Evangelio que yo os he enseñado. A la Tierra vino Allán Kardec, y su misión qué la de enseñar el Espiritismo. Otros vendrán en pos de éste, porque la acción beneficiosa de los misioneros, nunca se acaba.

Ese, pues, es el estado de felicidad o de erraticidad que a to­dos espera al abandonar el mundo por efecto de la muerte: estado que cada cual se labra con su proceder; estado que puede mejo­rarse indefinidamente y empeorarse tanto como se quiera, pero no puede destruirse por ningún concepto Para ello sería preciso des­truir al espíritu, y el espíritu es inmortal. ¡Cuántos de los que en una existencia tuvieran facultades, en el espacio y en otras exis­tencias carecerán de ellas por el mal uso en que las emplearon! ¡Y cuántos que no habrán querido ver este gran cambio que se prepara desde mi venida, tendrán que sucumbir en la catástrofe!

Entre los religiosos, habrá cuadros verdaderamente estupefa­cientes Los fanáticos de buena fe, sorprendidos de lo que a su al­rededor se desarrolle, no se darán cuenta de su situación y tendrán que volver a recuperar la experiencia que les falte; pero no sufrirán remordimientos de conciencia, porque si faltaron a la Ley, fue por ignorancia, y no por malicia. En cambio, de ello, los escribas y fa­riseos hipócritas que por las comodidades que su rango les ofrece, dejan y han dejado pasar desapercibidos todos los adelantos espi­rituales, ¡ay! estos desdichados, cómo se verán aguijonados per su conciencia, y cuántos habrán de expiar en planetas inferiores! Sus víctimas todas se convertirán en sus futuros victimarios.

Hermanos míos, esta es la última comunicación de la obra que colectivamente hemos compuesto. Como se os ha indicado, he venido con casi todos los colaboradores para felicitaros y daros gracias por haber cumplido como buenos, y para repetiros una vez más que tengáis cuidado con los espíritus frívolos e hipócritas, no sea cosa que os desvíen del camino que os hemos trazado Acor­daos de las palabras de vuestro hermano Jesús, que tanto ha tra­bajado en beneficio de la humanidad y tanto trabaja en beneficio vuestro.

Si alguno nota que le asalta un pensamiento torpe, o de duda o flaqueza, que le incite al alejamiento del Evangelio, eleve su plegaria al Padre, al Maestro o a los espíritus elevados con cuya sabia doctrina habéis sido confortados y mediante la cual queda establecido el nuevo pacto, para que con su influencia le encami­nen y disipen la tentación que le pone a prueba. Leed mis Evan­gelios, leed esta Nueva Revelación con aquella fe que es necesa­ria para que la lectura sea provechosa, y recuperaréis la fuerza y la confianza y el ardor apostólico, y los espíritus traviesos desapa­recerán de vuestro lado, porque se persuadirán de que sois ina­bordables. Animo pues, hermanos, que, si sois fieles, no os aban­donaremos ni un momento. Tomad lo que venga con la resigna­ción del justo, y dad gracias a Dios por las pruebas que os man­de, puesto que todo ello se encamina a vuestro beneficio y pro­vecho.

Padre mío, os ruego, junto con los demás espíritus, que deis fuerzas a estos pobres hermanos y a todos los terrícolas. ¡Perdo­nadles, Padre mío, ya que se acercan los últimos tiempos! Enviad­les un rayo de luz y vuestra bendición, para que, al esparcirse esta obra, puedan comprender que les estáis aguardando con los bra­zos abiertos, como lo hacía aquel padre modelo con el hijo pródigo. ¡Oh, Padre mío! Vuestra gran misericordia supera a toda ponderación, y vuestro Hijo os ruega, junto con su Madre y con los elevados espíritus que enviásteis como mensajeros para esta­blecer el Nuevo Pacto, que extendáis para los extraviados vues­tra mano providente, a fin de que puedan librarse del naufragio que está a punto de ocurrir en ese proceloso mar de corrupción A vosotros, hermanos míos, os encarezco nuevamente que tengáis ánimos, que perseveréis con tesón y fe, para que, antes de acabar la existencia, veáis cosas grandiosas, inesperadas. No desmayéis y tened confianza ciega; porque habrá momentos que de todo ello necesitaréis

Espero que cumpliréis mis encargos, y que, bien impuestos de mis preceptos morales, seréis sus apóstoles en las palabras y en las obras ¡Ay de los que no den crédito a estos escritos, o quieran borrar parte o todo de lo que expresan! Como se disuelve la sal en el agua, así serán ellos disueltos del libro de la vida, y al llegar ante el tribunal del Padre, serán rechazados, para atestiguar lo que dice el Evangelio; es a saber: que serán separados los ca­britos de las cebras, pasando unos a planetas superiores y quedan­do otros como espíritus errantes para reencarnarse en mundos de prueba, hasta que hayan conseguido su perfeccionamiento. (Mateo, XXIV, 35).

Las buenas influencias sean en todo momento vuestro sostén, vuestro amparo y vuestro guía. Esta obra regeneradora ha sido dictada para el progreso de la humanidad creyente, para redención de los que todavía no han despertado a la verdad evangélica y pa­ra educación de la generación futura. Antes de finalizar el siglo XX habrán desaparecido del planeta los que no sean armónicos con su nuevo estado de evolución; y cuando el mundo y sus habi­tantes estén ya en la fase evolutiva que se prepara, la vida de la Tierra será más espiritual que material.

Con esto pongo fin a la obra, deseándoos a todos progreso continuo.

Vuestro Maestro,

Jesús,