Conclusión

Las páginas que preceden, son, al pie de la letra, lo que nos han dictado los elevados seres que nos han dispen­sado el inmerecido honor de hacernos sus intérpretes. Hemos dicho al pie de la letra, y en ello puede que haya error. Son al pie de la letra, por lo que se relaciona con nuestra manera de percibir e interpretar los mensajes de ultratum­ba; pero no sabemos si son al pie de la letra, en lo que se refiere al pensamiento que nuestros mentores quisieron transmitirnos.

Hemos puesto de nuestra parte, lo que garantizamos, toda la buena voluntad de que somos capaces, para hacernos fieles refle­jos del espíritu y de la letra de la doctrina que se nos intuía, pero tememos que para la excelsa sublimidad de lo que teníamos que re­flejar, nuestra luna sea sobrado manchada o sobrado opaca.

Por lo que pueda ser, te suplicamos, lector, que no repares gran cosa en la forma, y que te atengas al fondo del escrito. Del fondo, le eres tú deudor, como lo somos nosotros, a los mensaje­ros de Dios que han venido a establecer con la humanidad el Nue­vo Pacto; de la forma, en lo que tenga de imperfecta, nosotros nos hacemos responsables.

Y esto dicho, como última palabra, atiende, lector, nuestro sincero ruego:

Tenemos un interés especial, ardiente, vivísimo, en que todos nuestros hermanos participen de los dones que participamos noso­tros, y se salven, como esperamos salvarnos, del cataclismo que se avecina. Por este interés, que no con la idea de lucro, y por cumplir la misión que nos ha sido confiada, hemos impreso y es­parcimos esta Nueva Revelación, pensando que su muda elocuen­cia ha de hacerse oír y entender mejor que mil clarines de la fama. Te rogamos que, puesto que en tus manos ha caído un ejemplar, lo tengas como maná del cielo y lo compartas con todo aquel que vacile o llore, con todo aquel que niegue o tema por su porvenir.

El tesoro que se nos ha confiado para repartir, para nuestra generación, es valedero nomás que, durante cierto plazo, y éste no muy largo. Aprovechémonos, lector de su inestimable valía, utili­zándolo desde luego. No esperemos confiados, que pudiera ser que el día que quisiéramos descontarlos, estuviera ya cerrada la caja Se trata de tu salvación; lector; se trata de la salvación del género humano; y asunto de tal valía, no es cosa para dejarla en un rincón a merced del polvo y la polilla

Démonos todos fraternal abrazo y alentémonos mutuamente con estas palabras:

¡A la obra!

¡A redimirnos!

¡A elevarnos hasta Dios, para caer de hinojos a sus plantas y pedirle clemencia!

¡Jesús nuestro, sálvanos!

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